¿Qué clase de lectora eres?, ¿Qué clase de lectora soy?, ¿Qué clase de persona soy?, ¿soy una persona? Y si lo soy ¿leo?, ¿Sé leer? O ¿asumo que sé leer? O ¿simplemente quiero responder una pregunta?, y ¿dudo en la respuesta?
Retomemos: ¿Qué clase de lectora eres?, ¿Quién pregunta eso?, ¿importa la pregunta?, En cualquier caso ¿importa la solución?, pese a todas las dudas intentaré dar respuesta:
La portada está allí, el título me coquetea, el libro quiere hablar, y a veces quiere gritar, faltan mis últimas acciones: palparlo, abrirlo, leerlo.
Esta última acción conlleva muchas trabas, a veces es el clima, a veces es el ánimo, o su competidor directo, el medio audiovisual. El caso es que el libro está a la deriva de ser contemplado por un par de ojos particulares que por picarones y saltones algunas veces termina ignorándolo. En ocasiones estos ojos dudan del beneficio que puede proporcionarles el contenido de un libro, y prefiere posponer la lectura, esta duda es totalmente inconsciente. En otras ocasiones estos ojos se sumergen y se pierden entre las historias disfrazadas de signos que sin precedentes dejan volar mi imaginación.
¡Ay! Estos ojos, cómo les falta disciplina para reconocer lo hermoso, pero no hay de que preocuparse por que aunque pasivos y distraídos, paulatinamente se van acercando a libros gordos, chatos, altos, feos, bonitos, interesantes, aburridos, flacos o viejos, para establecer una futura y grata confidencia con todos ellos.
Y vuelven los interrogantes ¿cómo te tipificarías como escritor?, bueno y ¿sé escribir? ¿Escribiré bien?, ¿depende de los demás? O tan solo ¿depende de mí? ¿Reflexionamos? ó ¿lo dejamos pasar? Reflexionemos:
Ahora bien, es el turno de la mejor amiga de los ojos, las manos. No hay que negar que estas señoritas sean un poco más activas, pero que sus cualidades con el manejo del lenguaje, coherencia e innovación están todavía en el progreso. Sin embargo se esfuerzan. Inanimadas algunas veces por aquellos ojos picarones que las arrastran y distraen, ellas continúan trabajando para mejorar no solo aquella motricidad fina, si no también para que se puedan ejecutar libremente muchos escritos que precipiten su perfección. Ellas no se quieren tipificar, solo quieren continuar una búsqueda dentro de un inmenso sendero, claro, si sus amigos los ojos sin abandonarlas avanzan constantemente con ellas para así ayudarme a tener la confianza de argumentar de forma precisa un estilo único para leer y escribir.
Retomemos: ¿Qué clase de lectora eres?, ¿Quién pregunta eso?, ¿importa la pregunta?, En cualquier caso ¿importa la solución?, pese a todas las dudas intentaré dar respuesta:
La portada está allí, el título me coquetea, el libro quiere hablar, y a veces quiere gritar, faltan mis últimas acciones: palparlo, abrirlo, leerlo.
Esta última acción conlleva muchas trabas, a veces es el clima, a veces es el ánimo, o su competidor directo, el medio audiovisual. El caso es que el libro está a la deriva de ser contemplado por un par de ojos particulares que por picarones y saltones algunas veces termina ignorándolo. En ocasiones estos ojos dudan del beneficio que puede proporcionarles el contenido de un libro, y prefiere posponer la lectura, esta duda es totalmente inconsciente. En otras ocasiones estos ojos se sumergen y se pierden entre las historias disfrazadas de signos que sin precedentes dejan volar mi imaginación.
¡Ay! Estos ojos, cómo les falta disciplina para reconocer lo hermoso, pero no hay de que preocuparse por que aunque pasivos y distraídos, paulatinamente se van acercando a libros gordos, chatos, altos, feos, bonitos, interesantes, aburridos, flacos o viejos, para establecer una futura y grata confidencia con todos ellos.
Y vuelven los interrogantes ¿cómo te tipificarías como escritor?, bueno y ¿sé escribir? ¿Escribiré bien?, ¿depende de los demás? O tan solo ¿depende de mí? ¿Reflexionamos? ó ¿lo dejamos pasar? Reflexionemos:
Ahora bien, es el turno de la mejor amiga de los ojos, las manos. No hay que negar que estas señoritas sean un poco más activas, pero que sus cualidades con el manejo del lenguaje, coherencia e innovación están todavía en el progreso. Sin embargo se esfuerzan. Inanimadas algunas veces por aquellos ojos picarones que las arrastran y distraen, ellas continúan trabajando para mejorar no solo aquella motricidad fina, si no también para que se puedan ejecutar libremente muchos escritos que precipiten su perfección. Ellas no se quieren tipificar, solo quieren continuar una búsqueda dentro de un inmenso sendero, claro, si sus amigos los ojos sin abandonarlas avanzan constantemente con ellas para así ayudarme a tener la confianza de argumentar de forma precisa un estilo único para leer y escribir.